Este es un tierno pero desafiante mensaje del corazón de un pastor que trata notablemente de la tentación personal, e incluye muchas observaciones profundas.
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. (1 Corintios 10.13). Este versículo sigue inmediatamente a la advertencia de que “Así que, el que piensa estar firme, mire (cuídese) que no caiga.” Ninguno de nosotros sabe de qué está hecho hasta que es probado. Es muy fácil imaginarse que uno es fuerte, pero es muy distinto descubrir que uno tiene la fuerza suficiente cuando realmente la necesita.
Que ninguno de nosotros se imagine a sí mismo inmune a las tentaciones de Satanás, o incluso de los vicios más grotescos a los que la carne es propensa. Tal vez sólo sea necesario que seáis atacados en cierto punto, y de cierta manera, y seréis vencidos como lo han sido otros. El camino más sabio es creernos ni sabios ni fuertes, y por tanto echarnos humildemente a los pies de Aquel que puede hacernos sabios y fuertes. Debería enfriar la sangre caliente de la arrogancia de cualquiera recordarle que, aunque “crea que está en pie”, es simplemente porque no ha sido tentado como otros que han caído.
Después que el apóstol Pablo, con esta advertencia, reprendió las jactancias de los que pensaban que estaban firmes, pensó en el número mucho mayor de personas que nunca piensan que pueden estar firmes, sino que están en constante ansiedad por no caer.
1. Dios limita la prueba
El primer consuelo, incluso en los grandes problemas, es que, después de todo, no hemos sido probados de una manera muy inusual. No os ha sobrevenido otra tentación [o prueba] que la común a los hombres”.
Ustedes pueden pensar, mis queridos hermanos y hermanas, que han sido probados más que otros, pero es sólo su falta de conocimiento de las pruebas de los demás lo que los lleva a imaginar que las suyas son únicas. Hay muchos otros, además de ustedes, en el horno, y en una parte tan caliente como en la que están ahora. Fíjate en lo que dice Pablo: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana”. Es una tentación humana, no sobrehumana, la que te ha asaltado; es decir, una que puede ser resistida por los hombres, no una que inevitablemente ha de arrastrarte.
Satanás te ha tentado, joven, pero Dios ha permitido que seas asaltado de una manera que te conviene como prueba. Las pruebas que te han sobrevenido han sido moderadas a tu capacidad como hombre. El Señor sabe que no eres más que polvo animado, por lo que no ha permitido que se te trate como si fueras de acero o de hierro. Él mismo te ha tratado como a un vaso de barro, un objeto de arcilla en la que ha hecho que habite la vida. No te ha quebrado con su vara de hierro, como lo habría hecho si te hubiera golpeado con ella.
Pero estoy muy tentado”, dice uno. Sí, tal vez; pero el Señor te ha dado la historia de los hijos de Israel en el desierto, para que veas que tú no has sido tentado más que ellos. Ah’, dice otro, ‘pero me encuentro en una posición muy peculiar, en la que soy muy probado. “Tengo que trabajar duro, y tengo muchas dificultades para ganarme el pan de cada día, y estoy acosado por diversos tipos de pruebas”. Bien, querido amigo, aunque lo que dices es perfectamente cierto, no estoy seguro de que tu posición sea más propensa a la tentación que la de los hijos de Israel en el desierto.
Pero ellos no tenían que trabajar para ganarse el pan. El maná venía a ellos cada mañana, y sólo tenían que recogerlo y comerlo. No se dedicaban a transacciones comerciales; no había mercados en el desierto, ni Bolsa de valores, ni Smithfield, ni Billingsgate, (Plazas tradicionales de mercado en Londres) ni abrían las puertas de sus tiendas por la mañana y las volvían a cerrar por la noche, y pasaban gran parte del día sin clientes. Estaban separados de todas las demás naciones, y se encontraban en una posición peculiarmente ventajosa”.
Sin embargo, queridos amigos, ustedes no deben desear estar en tal posición, porque, por ventajosa que fuera en algunos aspectos, los israelitas allí fueron evidentemente tentados a toda clase de pecados, y cayeron en ellos muy gravemente. Habiendo leído a menudo la historia de su estadía de cuarenta años en el desierto, ustedes conocen su triste historia. Con una posición tan favorable que se les concedió, bajo la tutela especial del Señor, y enriquecidos con muchas misericordias selectas, podríamos haber esperado que hubieran estado libres de la tentación, o en todo caso, que no hubieran caído en su trampa. Sin embargo, no fue así, porque el diablo puede tentar tanto en el desierto como en la ciudad, como sabemos por la experiencia del propio Cristo.
El diablo te tentaría aunque te dieran el pan cada mañana, en vez de tener que ganártelo; te tentaría aunque no tuvieras ningún negocio que atender, y nunca tuvieras que salir al mundo para encontrarte con tus semejantes. De hecho, la historia de los israelitas me enseña que es mejor que trabajes, y mejor que seas pobre, y mejor que no ganes dinero tan rápido como quisieras, y mejor que estés rodeado de preocupaciones de diversa índole.
Si la gracia divina ha ayudado a otros a vencer el deseo codicioso y la concupiscencia del espíritu, puede ayudarte a ti a hacer lo mismo…
Creo juzgar correctamente que el pueblo de Dios, los salvados, no caen en pecados tan grotescos como los israelitas en el desierto; de modo que la posición de los santos, aunque pueda parecer peor que la de Israel, es realmente mejor.
¿A qué, mis queridos hermanos y hermanas, sois tentados? ¿Estáis tentados a codiciar cosas malas? Ellos codiciaron la carne que no era apropiada para el clima, ni buena para su salud; y despreciaron el maná, que era el mejor alimento que podían tener. ¿Alguna vez sientes deseos de lo que no debes desear? ¿Eres cada vez más codicioso? ¿Anhelas la comodidad? ¿Deseas la riqueza? ¿Amas el placer? Bien, queridos amigos, esta tentación les ha sucedido a otros antes; les sucedió a aquellas personas en el desierto. No sois los primeros en ser tentados de esa manera; y si la gracia divina ha ayudado a otros a vencer el deseo codicioso y la concupiscencia del espíritu, puede ayudaros a vosotros a hacer lo mismo. Pero, fíjate también que si otros han caído en tales tentaciones, y perecieron en el desierto, tú también, aparte de la gracia divina, harás lo mismo. Por tanto, tenéis urgente necesidad de clamar al Fuerte por fortaleza, no sea que también vosotros caigáis como ellos.
¿Sientes la tentación de la idolatría? Es una tentación muy común hacer un ídolo de un hijo, o de alguna actividad particular en la que estás comprometido. ¿Hay algo en el mundo que te sea tan querido que la sola idea de perderlo te haga sentir que te rebelarías contra Dios si te lo quitara? Recuerda lo que Juan siendo inspirado escribió: Hijitos, guardaos de los ídolos. Pero si os sentís tentados por la idolatría, no olvidéis que es algo común a los hombres. En el desierto, los israelitas fueron tentados a erigir un becerro de oro y a adorarlo, e incluso a practicar otros ritos idolátricos que eran demasiado repugnantes para que yo los describa. Fueron tentados a la idolatría, por lo que no es una tentación infrecuente; y si tú también eres tentado de manera similar, debes clamar a Dios pidiendo gracia para resistir y vencer la tentación.
¿Eres probado, a veces, incluso con esa terrible tentación que se menciona en el versículo donde Pablo dice: ‘Ni cometamos fornicación, como algunos de ellos cometieron’? ¿Te ha surgido a veces una fuerte pasión lo que tu alma aborrece? ¿Te has visto forzado, a veces, al borde mismo de ese temible abismo de inmundicia, hasta que has tenido que gritar, con el salmista (73:2): En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Ah! esta tentación tampoco es extraña a los hombres; y aun los que viven más cerca de Dios, y son los más puros de corazón, a veces tienen que sonrojarse ante el Señor de que tales sugestiones malignas lleguen alguna vez a sus mentes.
¿Y tú también has sido tentado “a tentar a Cristo, como también algunos de ellos fueron tentados, y fueron destruidos por las serpientes”? Querían que Dios cambiara sus planes y propósitos respecto a ellos; y le reprochaban, y decían que los había traído al desierto para destruirlos. ¿Sientes que tus problemas actuales son demasiado severos, que no se te deberían haber enviado, al menos no tantos y tan pesados como son? Si es así, y si crees que tienes motivos para quejarte contra el Altísimo, y que quieres que cambie sus métodos de tratar contigo para que se adapten a tus caprichos y fantasías, ¡ay! por triste que sea tal estado de ánimo, es demasiado “común al hombre”.
Y, posiblemente, tú también puedes haber estado tentado a murmurar, ‘como algunos de ellos también murmuraron, y perecieron por el destructor’. Debo retirar la palabra “posiblemente”, porque mucho me temo que muchos cristianos profesantes sí murmuran, y que no siempre se dan cuenta del grave pecado que es murmurar, ya que es un acto de clara rebelión contra Dios. Pero, si en algún momento sientes que un espíritu de murmuración se levanta dentro de tu corazón, no debes decir: ‘Esta es una prueba que nadie más ha experimentado’. Es una tentación muy humana, que es sumamente “común al hombre”.
Así que, resumiendo todo lo que he estado diciendo, y mirando a esta congregación y a todos los que conocéis al Señor, aunque me sería imposible contar todas las diferentes formas de tentación y prueba por las que habéis pasado, esto es un hecho: “no os ha sobrevenido otra tentación que la común al hombre”.
Todos estamos en el mismo barco, hermanos y hermanas, en lo que se refiere a la tentación y la prueba. Todos estamos librando la misma guerra; tu deber puede llamarte a una parte del campo, y el mío puede llamarme a otra parte, pero las balas pasan por mí tanto como por ti. No hay rincón tan tranquilo que no tenga sus propios peligros especiales, y no hay valle de Humillación tan bajo que no tenga sus tentaciones peculiares.
Los pecados están por todas partes; se sientan contigo a la mesa y te acompañan a la cama. Se te tienden trampas en tu casa y en la calle, en tus negocios y en tus recreaciones. Las trampas no faltan en tus penas, y abundan en tus placeres. En todas partes, y bajo todas las circunstancias, debemos esperar ser probados; esta experiencia es común a los hombres. El recuerdo de que es así debe sernos de algún modo un consuelo en todo tiempo de prueba y tentación.
2. La fidelidad de Dios
Pero, en segundo lugar, en nuestro texto tenemos una rica fuente de consuelo en las palabras: pero Dios es fiel’. No os ha sobrevenido otra tentación que la común a los hombres; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir”.
Dios es fiel. Oh, ¡cómo amo esas palabras! Suenan en mi corazón como música celestial. Dios es fiel. Tú no eres fiel, hermano mío; al menos, yo sé que no lo soy, en el pleno sentido del término, fiel, lleno de fe y fiel. Pero” (bendito “pero”), “¡pero Dios es fiel! Si no creemos, permanece fiel: siempre fiel a todas las promesas que ha hecho, siempre misericordioso con todos los hijos que ha adoptado en su familia, y “un auxilio muy presente en las tribulaciones”. Él nos preserva de hundirnos en nuestro mar de problemas, y nos libra de los problemas cuando han cumplido el propósito para el que fueron enviados.
Dios es fiel’ – fiel a la primera promesa que llegó a tu alma cuando te entregaste a Jesús, y él susurró en tu corazón: ‘Nunca te dejaré, ni te desampararé’. ¿Recuerdas aquella promesa?, y… ¿no te ha sido fiel el Señor?
Dios es fiel a todas sus promesas; y en tu experiencia, hermano mío o hermana mía, él ha sido fiel a las promesas que cumplió en tu caso en todas tus circunstancias cambiantes. ¿Puedes poner el dedo en una sola página de tu diario y decir: ‘Dios fue infiel en esta etapa’? Tu amigo, que comía pan contigo, ha levantado su talón contra ti; pero ¿te ha abandonado tu Dios? Incluso tus hijos han sido poco amables y desagradecidos contigo, pero ¿te ha tratado mal alguna vez el Señor? Donde más esperanzas tenías entre tus amigos y conocidos terrenales, has tenido las mayores decepciones; pero ¿ha sido alguna vez el Señor un desierto para ti?
El mundo entero puede tambalearse, pero la Roca de las Edades permanece segura.
Todos los hombres son mentirosos,’ has dicho en la amargura de tu espíritu, cuando habías confiado en ellos y te han fallado en el tiempo de la prueba, pero ¿has encontrado alguna vez a Cristo falso a su Palabra? ¿No podéis unir vuestro testimonio al de todos los santos de arriba, y al de los santos de abajo, y decir con Pablo: ‘Dios es fiel’?
Incluso si alguno de vosotros se enfrenta a una temida enfermedad o a una dolorosa operación, o a pérdidas comerciales que pueden hundiros de vuestra cómoda posición actual, pensad en esta verdad: ‘Dios es fiel’. El mundo entero puede tambalearse como un borracho, pero la Roca de las Edades permanece segura. Las estrellas fugaces de la prosperidad temporal pueden apagarse en la noche eterna, pero Dios es ‘el Padre de las luces, en quien no hay mudanza, ni sombra de variación’. Dios es fiel.
Cualesquiera que sean tus pruebas futuras, pon esta breve y dulce frase en tu boca, y guárdala allí, como una pastilla celestial que te sostendrá en todo momento. Conviértela también en un estribillo jubiloso mientras sigues tu camino: “Dios es fiel”. Las pruebas y las tentaciones te asaltarán; ‘pero Dios es fiel’. Los amigos te fallarán y te abandonarán; ‘pero Dios es fiel’. La salud puede perderse, y la propiedad puede desaparecer; ‘pero Dios es fiel’. ¿Qué más queréis, soldados de Cristo? Aquí tenéis coraza, yelmo, espada, escudo, lanza: toda la panoplia (armadura completa) de Dios.
3. La omnipotencia de Dios
El tercer consuelo para los creyentes probados y tentados surge del poder de Dios, pues Pablo dice: “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis”.
Dios, pues, tiene poder para limitar la tentación. En el libro de Job está claro que Satanás no podía tentar ni probar al patriarca, salvo con permiso divino, e incluso entonces su poder era limitado. Tampoco puede tentarnos a nosotros a menos que Dios se lo permita. Aunque el diablo tenía un gran poder sobre los elementos, de modo que trajo el desastre sobre el pobre Job, sin embargo había un límite muy definido a su cadena, incluso cuando el Señor lo dejaba suelto hasta cierto punto. Cuando Dios puso sus barreras, Satanás no pudo traspasarlas.
Recordáis que el Señor dijo por primera vez a Satanás acerca de su siervo Job: ‘He aquí, todo lo que tiene está en tu poder; solamente no extiendas tu mano sobre él’. Cuando el diablo volvió a inmiscuirse entre los hijos de Dios, el Señor soltó más eslabones de su cadena, pero todavía había un límite muy enfático a su poder sobre el patriarca: ‘He aquí, él está en tu mano; pero guarda su vida’. El diablo hubiera querido matar a Job, pero no podía ir más allá de lo que el Señor le permitía; y Dios sigue teniendo un poder ilimitado sobre el diablo y sobre toda forma de tentación o prueba que pueda sobrevenirte.
Si el Señor te asigna diez problemas, no permitirá que aumenten a once. Si él ordena que estés en problemas por seis años, no estarás en ellos por seis años y un día; sino que, cuando el tiempo asignado haya expirado, saldrás de ellos. Nada puede resistir el poder del omnipotente Jehová.
Si todos los ejércitos del diablo se soltaran sobre un solo santo, que se sintiera débil como un gusano, y el Señor les dijera: ‘Yo soy su defensa, y no le tocaréis’, no podrían tocarle, y él podría decir, con la mayor confianza: ‘Mayor es el que está por mí que todo lo que puede estar contra mí’. Los adversarios de los justos pueden enfurecerse cuanto quieran; pero tendrán que gastar su fuerza en enfurecerse, porque eso es todo lo que pueden hacer contra el pueblo de Dios sin su permiso expreso.
Ni un pelo de su cabeza puede ser quemado por el fuego de la persecución a menos que el Señor lo permita. Todo su pueblo es guardado por su poder omnipotente. ¡Cuánto debe consolarte esto a ti, que estás sometido a duras pruebas! Cada ramita de la vara de la corrección ha sido hecha por Dios, y cada golpe de ella es contado por él. No hay una gota más de hiel en tu copa que la que el Señor ha ordenado. Él ha pesado en la balanza del santuario cada ingrediente de tu medicina, y lo ha mezclado con toda su infalible habilidad para que produzca la cura de todos tus males. ¿No debería esto hacerte regocijar en el Señor durante todo el día, y también en las estaciones nocturnas?
4. La evaluación de Dios
En cuarto lugar, los creyentes probados no sólo deben regocijarse en el poder de Dios, sino que también deben regocijarse en el juicio o evaluación que Dios hace de su pueblo, pues Pablo dice: “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir”.
Dios sabe cuánto puedes soportar, así que déjate en sus manos
¿Quién, aparte de Dios, sabe cuánto podemos soportar? Nuestro consuelo surge del hecho de que Dios sabe exactamente cuánto podemos soportar. Muchas veces he oído decir a alguien: “Si sucediera tal cosa, se me partiría el corazón y me moriría”. Pues bien, eso mismo ha sucedido, pero la persona en cuestión no se rompió el corazón ni murió. Al contrario, se comportó como debe comportarse un cristiano en la prueba, porque Dios le ayudó maravillosamente, e hizo de hombre, y llegó a ser más que vencedor, y fue el más brillante y el más valiente después, por toda la aflicción por la que había pasado.
Hermano, tu propia fuerza, en algunos aspectos, es mayor de lo que crees, y, en otros aspectos, es menor de lo que piensas; pero Dios sabe exactamente cuánto puedes soportar, así que déjate en sus manos.
A menudo he admirado la bondad del Señor para con muchos de mi rebaño aquí, y he notado la gran alegría que nuestros jóvenes cristianos han tenido durante varios años, y he observado cuán notablemente Dios los ha preservado de la tentación externa y de las pruebas internas. El Señor no envía a sus hijos jóvenes a la batalla. No tiene la intención de que barcos tan pequeños como éstos vayan muy lejos en el mar. No sobrecargará a estos corderos. Sin embargo, los cristianos avanzados son tan felices como los jóvenes, y son más fuertes y más aptos para el servicio severo, y más capaces de simpatizar con los demás, que están en problemas, debido a lo que ellos mismos han pasado. A medida que se han hecho más fuertes, Dios les ha dado más trabajo, mientras que los reclutas se han quedado en casa para ser entrenados y disciplinados.
Ustedes saben que cuando se libra una lucha desesperada, y la cuestión de la batalla parece dudosa, el comandante ordena a “la vieja guardia” que vaya al frente. Ese es parte del privilegio de ser un soldado de la vieja guardia – ir al lugar más caliente en el campo de batalla; y es uno de los privilegios de los hijos avanzados de Dios ser tentados más que otros, y sufrir más que otros.
Si yo pudiera tener cualquier prueba o tentación que, de otra manera, recaería sobre un hermano joven, que sólo ha conocido al Señor una semana o dos, con gusto diría: ‘Dámela’. Podría hacerle tambalearse, y yo lamentaría que se tambaleara por ello, así que lo soportaría de buena gana. Ustedes, creyentes probados, no deben imaginar que Dios no los ama tanto como lo hizo en los días de su juventud espiritual, cuando no los probaba como lo hace ahora. Os ama tanto como entonces, y confía en vosotros aún más que entonces. Porque te ha hecho más fuerte de lo que eras antes, te da el honor y el privilegio de marchar con la vanguardia de su ejército, o de liderar la esperanza desamparada, o de enfrentarte pie a pie con el viejo Opilión (Destructor).
Dios sabe exactamente cuánta tentación o prueba puedes soportar, y no permitirá que la prueba vaya más allá de ese punto. Pero, fíjate en esto, irá hasta ese punto, porque no hay tal cosa en el mundo como la fe que se desperdicia. Por cada grano de fe que Dios da, suele dar la prueba equivalente de un tipo u otro; porque, si la fe pudiera estar alguna vez en exceso, degeneraría en fanatismo, o en alguna otra cosa impía. Si el Señor nos suministra, en nuestra puerta trasera por así decirlo, su buen tesoro, debemos disponer de él en nuestra tienda delantera en nuestro santo comercio para él.
5. Los paliativos de Dios
En quinto lugar, nuestro texto parece insinuar que Dios tiene reservado algo para acompañar nuestras tentaciones. Él ‘hará también con la tentación una vía de escape, para que podáis soportarla’.
Tú sabes cómo tratas a tu propio hijo. Hay que tomar una dosis de medicina desagradable, y al pequeño no le gusta. La mera visión de la cuchara y la taza hace que el niño se sienta peor. Pero la madre dice: ‘Ahora, hijito, tómate esta medicina, y luego tendrás este caramelo o esta fruta, para quitarte el sabor’. Y cuando Dios envía una prueba o un problema a uno de sus hijos, está seguro de tener un dulce selecto para acompañarlo. He oído a un niño decir: ‘No me importa tomar la medicina con tal de que me den el caramelo, y he conocido a algunos del pueblo del Señor que dicen: ‘Soportaremos de buena gana la enfermedad, el dolor, la aflicción, la tentación, la persecución, con tal de tener la presencia de nuestro Salvador en todo ello’.
Algunos de nosotros nunca olvidaremos nuestras experiencias en la enfermedad; cuando nuestro dolor ha sido más agudo y peor, también ha sido más dulce y mejor, al mismo tiempo. ¿Qué no debo yo personalmente a la lima, al yunque y al martillo del taller de mi Maestro? He dicho muchas veces, y lo repito, que el mejor mueble de mi casa es la cruz de la aflicción. Hace mucho que aprendí a apreciarla, y a alabar a Dios por ella, y por lo que me ha venido con ella, pues a menudo he encontrado que, con la prueba, el Señor ha hecho un camino de escape, que he podido soportar.
Incluso con la tentación de pecar, el Señor envía a menudo al alma tentada tal revelación de la pecaminosidad del pecado, y de la belleza de la santidad, que el veneno de la tentación queda completamente neutralizado. Incluso en las pruebas temporales, el Señor concede a menudo misericordias temporales; a veces, cuando se ha complacido en quitar la riqueza a un hombre, le ha devuelto la salud, y así el hombre ha salido ganando.
He conocido varios casos en que esto ha ocurrido. Cuando un hijo querido ha sido quitado de una familia, ha habido la conversión de otro de los hijos, lo cual ha sido una maravillosa compensación por la prueba. Y a menudo los problemas han venido acompañados de un deleite inusual en el Señor. La Palabra de Dios ha sido particularmente dulce en esos momentos, y el ministro ha parecido predicar mejor que nunca, pues su mensaje se ajustaba exactamente a la condición de ustedes en ese momento. Te has sorprendido al descubrir que la amargura, que vino con el problema, ha pasado casi antes de que fueras consciente de ello; y, como la muerte es tragada en la victoria, como una gota amarga en un vaso de agua, así tu problema se ha diluido con dulzura, y apenas has probado su amargura. Así el Señor, por su gracia, presencia y consuelo, te ha alegrado tanto que apenas te has dado cuenta de que has estado en tal angustia, debido a la misericordia sobreabundante que vino con ella. ¿No debería esto consolarnos y prepararnos para cualquier cosa que al Señor le plazca enviarnos o permitir que nos sobrevenga?
6. El remedio de Dios
Ahora, observe, en último lugar, que Dios ofrece una vía de escape para su pueblo. Él ‘hará también con la tentación una vía de escape, para que podáis soportarla’.
Voy a leer eso otra vez: ¿’Él hará también con la tentación una vía de escape para que no tengáis que soportarla’? ¡Oh no!, lo que se lee es: “para que podáis soportarla”. Es una curiosa forma de escapar, ¿no? Aquí está bloqueado tu camino de retirada, y el ejército contrario está frente a ti, y sin embargo debes escapar. Le dices al Señor: “¿Por dónde debo huir? Pero el Señor te responde: ‘No debes huir; tu vía de escape es abrirte camino a través de tus adversarios’. Es una forma de escapar singular, pero es la más gloriosa del mundo.
La mejor manera de escapar para un ejército es conquistando a su enemigo. No es la mejor manera para el peregrino escapar a las oscuras montañas de la derecha, o al espeso bosque de la izquierda, para escapar de sus enemigos. El mejor camino es escapar de frente, a pesar de todos sus adversarios.
Ahora, amado hermano o hermana, puede que en este momento estés esperando alguna aflicción muy pesada; y has estado pidiendo al Señor que te haga una vía de escape. Has dicho: ‘¡Oh, que no tenga que llegar a esa hora de prueba! Sin embargo, tendrás que llegar a ella. Pero’, preguntas, ‘¿no se puede salvar la vida de ese ser querido? Espero que sí, pero es posible que no. Entonces, ¿cómo voy a tener una vía de escape? Tu vía de escape no es evitar la prueba, sino ser capaz de soportarla.
Debes tener la prueba, pero sólo tendrás la parte beneficiosa de ella. Debes sumergirte en ese mar de dolor, pero no te ahogará, sólo te lavará y limpiará. Debes ir a ese fuego, tu Señor así lo ha ordenado, pero vas a escapar del fuego. ¿Preguntas cómo es posible? De esta manera: nada de vuestro oro se destruirá, sólo se consumirá la escoria, y seréis tanto más puros por haber pasado por el fuego. Repito que ésta es la mejor manera de escapar; porque si pudiéramos escapar de cualquier otra manera, perderíamos todos los beneficios de la prueba.
Imagínate que te quedas sin un céntimo; pero recuerda que hubo un tiempo en que no valías ni un céntimo…
¿Qué diré, pues, para terminar, sino esto, hermanos y hermanas? ¿Estáis turbados en este momento, y os sentís inclinados a la desesperación? Tomad un consejo más sabio; las tormentas que están azotando vuestro barco son sólo las que azotaron el de vuestro Maestro y los barcos en los que sus apóstoles navegaron por el mar de antaño. Estas tormentas no son sobrenaturales, ni están más allá de lo que los creyentes en Jesús son capaces de soportar. Pon la proa de tu barco al viento, como un marinero audaz; no trates de evitar esa feroz ráfaga. Navega en sus mismos dientes, porque hay un poder dentro de ti que puede vencer todos los vientos y las olas, porque ¿no está el Señor mismo contigo como tu capitán, y no está el Espíritu Santo contigo como tu guía, y no tienes un Dios fiel en quien confiar en la noche más tormentosa que puedas conocer?
Es cierto que tus enemigos son muchos y poderosos; pero enfréntate a ellos con valor. No pienses en retroceder ni en arrojar tu escudo, sino resuelve, con el poderoso poder de la fe, que ‘como tus días, así será tu fuerza’. Di con Job: “aunque Él me matare, en Él esperaré (confiaré)”. No será fácil mantener esa resolución, pero el Señor merece que la mantengamos.
Piensa en ti mismo, amado hermano, en la peor condición concebible; y entonces sabe que no hay razón suficiente, ni siquiera en tal condición, para que dudes de tu Dios. Imagínate hasta el último centavo; sin embargo, recuerda que hubo un tiempo en que no valías un centavo, un tiempo en que no podías llevarte comida a la boca ni vestirte, cuando fuiste un bebe, en tu primera infancia fuiste arrojado a Dios, y Él cuidó de ti.
Si vuelves a ser un niño, y las enfermedades de la edad aumentan y se multiplican, El que fue tan bueno al principio será igual de bueno al final. Recuerda su antigua promesa: “Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.” (Isa 46:4). Una promesa como ésta, si Dios el Espíritu Santo la bendice, hará que el creyente más probado se regocije en el Señor, y siga su camino desafiando a todo enemigo que pueda encontrarse en su camino.
A menudo voy a ver a pobres enfermos, llenos de achaques y dolores, y me encanta oírlos hablar de la bondad del Señor para con ellos. Hablando esta semana con uno de nuestros hermanos que está muy enfermo, habló con tan santa alegría y jactancia de la bondad del Señor para con él, que no pude evitar decir que se necesitarían muchos argumentos ateos para hacerme dudar del poder de la verdadera religión después de haberle escuchado.
Me gusta ver al pueblo probado de Dios muriendo lleno de alegría, alabando y bendiciendo el nombre del Señor que es su Todo-en-todo, incluso en su hora más difícil.