Con el Calvario ante Él, el Señor pronunció estas notables palabras – “Ahora es el juicio de este mundo: ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. Se refería a su inminente sufrimiento en la cruz del Calvario, que llevaría a cabo de inmediato para la salvación de su pueblo y el juicio de Satanás. Desde el momento del Calvario Satanás sería frenado en su poder, un enemigo derrotado, todavía capaz de obrar mucha maldad hasta el día final, pero severamente limitado.
Pero, ¿cómo fue exactamente expulsado Satanás por la muerte de Cristo? Sabemos que la muerte de Cristo salvó a un gran número de personas de la muerte eterna, y al hacerlo, salvó a la raza humana de extinguirse. Desde la Caída del hombre en el jardín del Edén ni una sola persona viviría una vida perfecta, ni nada que se le pareciera. Por lo tanto, toda la raza humana estaría condenada, dejando a Satanás triunfante y victorioso. Al tentar a Adán y Eva habría frustrado totalmente el propósito de Dios al crear la raza humana, y Dios parecía haber fracasado en su designio. Satanás podría alardear a través del tiempo como el asesino y conquistador de la raza humana, y, en cierto sentido, el conquistador de su Creador.
Pero Cristo vino como representante de Su pueblo, y de todas las maneras concebibles obedeció a Su Padre, incluso hasta la muerte de cruz. Y a través de esa obediencia perfecta que culminó en el Calvario, Su pueblo (y por lo tanto la raza humana) fue salvado de la condenación. Por Su justicia y expiación, una raza humana constante fue comprada, para que una tierra glorificada pudiera ser atestada por personas rescatadas. La raza humana ya no sería un concepto fallido, y el diseño de Dios sería restaurado y redimido.
El aparente triunfo de Satanás fue aplastado, dejándolo susceptible de juicio y freno. Ya no podría alejar a la gente de la Verdad.
El freno del poder de Satanás después del Calvario se revela claramente en el Nuevo Testamento. El Salvador habló, por ejemplo, de cómo “por el dedo de Dios ” expulsó a los demonios, para señalar que el reino había llegado (Lucas 11.20). Este era un lenguaje de juicio, que se refería a una limitación del poder satánico que operaba desde ese momento.
Los propios demonios sabían que Cristo pondría fin a su libertad, y esto se ve en sus gritos angustiados cuando el Señor los expulsó. La posesión era común en tiempos de Cristo, pero Su ministerio marcó el fin de la libertad demoníaca para ocupar las almas humanas a voluntad. Somos conscientes de que hoy en día todavía hay algunos informes de posesión demoníaca al estilo del Nuevo Testamento, pero solo cuando las personas han invitado voluntariamente (y enérgicamente) a los demonios a sus vidas mediante una profunda participación en prácticas ocultas. (Ignoramos las afirmaciones no auténticas de posesión demoníaca hechas dentro del movimiento carismático). Satanás a través de sus demonios ya no puede entrar sin invitación en las almas humanas para poseerlas desde la obra de Cristo, siendo éste un aspecto de la “expulsión” de Satanás.
Otra de las limitaciones de Satanás es que no se le permite revelarse o mostrarse, viéndose obligado a trabajar totalmente en secreto y con sigilo. Es un enemigo despiadado de todas las almas humanas, pero la no aparición es una contención significativa de su poder. Aprendemos en 2 Tesalonicenses 2 que Satanás debe contentarse con una persona designada, el hombre de pecado, que aparecerá en su nombre al final de los tiempos, solo para ser inmediatamente destruido por el resplandor de la venida de Cristo.
Satanás es ahora un vagabundo espiritual, poderoso, sí, con una vasta hueste de ángeles caídos a sus órdenes, pero debe tentarnos desde “fuera”, y asegurarse de tener nuestra cooperación para todo lo que quiere que hagamos. Ciertamente es el príncipe de este mundo, pero un príncipe sin palacio ni derechos, un príncipe desposeído y condenado.
Esta limitación de Satanás también se menciona en el libro del Apocalipsis, capítulos 12 y 20, el último de los cuales nos dice que Satanás sería atado durante la era cristiana para que no pudiera engañar más a las naciones manteniéndolas en una oscuridad espiritual total. Todas las naciones serían penetradas por el Evangelio de Cristo.
Leemos en Efesios 4.8 que en el Calvario Cristo llevó cautiva la cautividad, atando a una multitud de cautivos: el diablo y sus demonios. En Colosenses 2.15 se nos dice que Cristo “despojó a los principados y a las potestades”, exhibiéndolos públicamente y triunfando sobre ellos. En otras palabras, les quitó poderes y los contuvo, términos usados para describir el freno o limitación del diablo y sus huestes. Sin embargo, repetimos que sigue siendo hasta el último día un enemigo peligroso y maligno de las almas, y por esta razón necesitamos saber todo lo que podamos sobre sus poderes y limitaciones.
Poderes de los ángeles
Sabemos mucho de Satanás por el hecho de que es un ángel, aunque caído. Como tal, fue creado sin cuerpo ni aspecto físico, pues los ángeles no tienen cuerpo, a menos que Dios los revista de una apariencia temporal para enviarlos como mensajeros o testigos al mundo, como en el caso de los ángeles que se sentaron en la tumba de Cristo. Es evidente que los ángeles tienen una apariencia en el Cielo, pero normalmente no son visibles a los ojos humanos en la Tierra.
Los ángeles son inmortales solo por el permiso y el poder sustentadores de Dios. Leemos en las Escrituras que tienen misteriosas diferencias de “rango”, por lo que hay ángeles superiores. Aunque son espíritus, actúan en dimensiones de tiempo y espacio, pues no son infinitos ni están fuera del tiempo, como Dios.
Es evidente que los ángeles tienen una inteligencia poderosa, y aunque llegará el día en que los creyentes, como personas glorificadas en el Cielo, serán mayores que los ángeles, mientras estemos en la Tierra no tenemos sus poderes mentales. Ellos ‘sobresalen en fuerza’, dice la Escritura, lo que los coloca por encima de las personas en la Tierra en capacidad.
Los ángeles tienen un gran conocimiento, pero éste tiene un límite. Así, por ejemplo, se nos dice en Efesios 3.10 que contemplan maravillados desde el Cielo la conversión y santificación de los hombres en la Tierra, maravillándose de cada caso y aprendiendo acerca de la “multiforme sabiduría de Dios”. La era del Evangelio ha sido una inmensa educación para los ángeles más elevados.
Esto demuestra también que los ángeles no pueden adivinar el futuro, aparte de conocer la Palabra de Dios, como también nosotros podemos conocerla. Cuando las profecías del Antiguo Testamento comenzaron a cumplirse con la venida de Cristo, observaron con asombro estos acontecimientos, cosas que “anhelan mirar los algeles” (1 Pedro 1.12). En esto no se parecen a Dios, cuyo conocimiento es infinito, y que conoce continuamente todas las cosas que suceden a lo largo de la historia eterna.
Está claro que los ángeles tienen poder para comunicarse entre sí. No pueden crear nada ni matar a nadie a voluntad, aunque a veces pueden ser designados por Dios como Sus agentes para poner fin a la vida. Incluso Satanás se muestra buscando el permiso expreso de Dios para infligir enfermedades y quitar la vida en el libro de Job. Los ángeles no pueden hacer estas cosas por sí mismos. Los ángeles no pueden cambiar las sustancias terrenales, alterando un elemento en otro, ni pueden alterar o anular las leyes de la naturaleza, excepto bajo la dirección de Dios. Están sujetos a estas limitaciones. De esto se deduce que los ángeles no pueden hacer milagros a menos que Dios les dé poder para ello.
Como ángeles caídos, Satanás y sus huestes demoníacas comparten todas estas limitaciones. Y aquí hay otra limitación, común tanto a los ángeles buenos como a los malos, y que es de gran importancia para nosotros en nuestra batalla contra el diablo. Los ángeles no pueden escudriñar nuestros corazones ni leer nuestros pensamientos. No pueden entrar en lo más recóndito de nuestros pensamientos. Un viejo adagio cristiano dice: “Los demonios pueden hablar al alma, pero no escudriñar el corazón”. Más adelante hablaremos de la incapacidad de Satanás para leer los pensamientos.
Todas estas limitaciones quedan claras en la Biblia, que atribuye solo a Dios inteligencia y conocimientos infinitos, poder para crear y poner fin a la vida, obrar milagros y escudriñar los corazones. Estas cosas son exclusivas de Él. De hecho, el diablo y sus demonios son más limitados que los ángeles buenos, porque Dios nunca nombraría o delegaría en ellos su propio poder de hacer maravillas. Se nos enseña en 2 Tesalonicenses 2.9, que cuando el hombre de pecado sea revelado, quien operará bajo el gobierno de Satanás, sus milagros y maravillas serán ‘maravillas mentirosas’, o engaños, falsedad. Satanás y sus demonios no pueden realizar verdaderos milagros.
Satanás, no hace falta decirlo, es totalmente malvado. Se le describe como un espíritu inmundo y el jefe de la vasta hueste de espíritus inmundos y caídos. Sin embargo, después de el Calvario, no puede determinar irresistiblemente las acciones de los seres humanos, anulando su libertad y responsabilidad, a menos que se hayan sometido totalmente a él y hayan cooperado con él en oposición a Dios, de modo que estén “cautivos a la voluntad de El” (2 Timoteo 2.26). E incluso tales personas no están más allá de la redención.
Satanás no puede obligarnos a hacer nada. No puede dictarnos de tal manera que estemos obligados a cumplir sus órdenes, sino que debe obrar mediante el engaño y la persuasión. Por lo tanto, es erróneo decir: “Satanás me obligó a hacerlo”. Puede instarnos, sugerirnos cosas, presionarnos y mentirnos sobre el resultado, pero no puede obligarnos a hacer nada. Nunca debemos atribuir a Satanás poderes que pertenecen exclusivamente a Dios Todopoderoso; y aunque debemos ser muy conscientes de su poder, nunca debemos temerle como si fuera invencible.
Los propósitos de Satanás
En el Nuevo Testamento, Satanás recibe varios nombres que arrojan luz sobre su forma de actuar y sus objetivos. Satanás significa adversario, y también se le llama acusador de los hermanos, enemigo de las almas de los hombres y diablo, que significa calumniador. Se le llama Abadón y Apolión, nombres que significan destructor de almas, y se le describe como dragón, indicando su gran ferocidad, y también como serpiente, expresando su astucia y sutileza.
Se le denomina padre de la mentira, indicando el método que siempre ha empleado, y también asesino de almas, príncipe de los demonios y príncipe de este mundo que guía las mentes de los incrédulos abiertas al ateísmo y dispuestas a mostrar hostilidad a Dios. Se le llama el tentador, y un ángel de luz que hace que el mal parezca bueno, y sugiere la justificación de acciones egoístas, codiciosas y otras acciones equivocadas.
Satanás fue expulsado del Cielo por desafiar a Dios, y le odia con todo su ser, oponiéndose y frustrando Sus planes si puede, y alejando a las almas de Él. Satanás es intensamente celoso de los seres humanos y también los odia. Actúa para tentar a pecar tanto a los perdidos como a los salvos, esforzándose especialmente por llevar al pueblo de Dios al error y al fracaso. Si Satanás puede entrar en las iglesias, insertando falsas enseñanzas y hundiendo a los creyentes en el pecado, ¡cómo triunfa! Por lo tanto, busca constantemente desacreditar a la iglesia y al Evangelio a los ojos del mundo, y también frustrar y obstaculizar la obra del Evangelio tentando a los creyentes a la mundanalidad, la pereza y la indiferencia ante la difícil situación de las almas perdidas.
Satanás está siempre trabajando para erosionar la fe de los creyentes y echar a perder su seguridad, paz y alegría. Lo hace mediante un proceso de desgaste, haciendo que los creyentes cedan poco a poco a las dudas y tentaciones, hasta que ha obtenido la victoria sobre ellos. También inspira a los falsos profetas y a los obreros del mal, poniendo en sus mentes ideas que no son bíblicas, y triunfando allí donde no justifican todas las cosas por la Palabra.
Él controla a las personas que se oponen al Evangelio, cegando sus mentes y, a través de ellas, moldeando la sociedad. Cuando vemos el mundo de hoy, gobernado por un humanismo secular agresivo y vengativo, con la inmoralidad legalizada y fomentada, y leyes aprobadas para castigar a los que se oponen a estas cosas, vemos la mano orquestadora de Satanás. ¡Cuán similar es el “guion” que justifica estas cosas en todas partes del mundo! Satanás es “el príncipe de la potestad del aire”.
Contra los cristianos utiliza estrategias y trampas astutas, llamadas “asechanzas del diablo” y “lazo del diablo”. Esto último significa que sorprenderá a los creyentes con tentaciones repentinas, si es capaz de hacerlo.
Hay tres fuentes de tentación, pues el diablo no es el único tentador. Según la Escritura, el mundo nos atrae con hábitos, prácticas y galas pecaminosas. Luego nos tienta nuestro propio corazón: nuestros apetitos y deseos pecaminosos siempre deseosos de hacer o poseer cosas. Y luego nos tienta el diablo, que también aprovecha y amplifica las dos primeras formas de tentación.
Las limitaciones de Satanás
¿Cómo vencer al diablo? Dice Santiago: “Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y huirá de vosotros “. Es asombroso que este ser poderoso y maligno huya de los creyentes débiles. Es poderoso e invisible para nosotros; nos tentará y sugerirá cosas malas constantemente, y está armado con una astucia inimaginable. Sin embargo, si sabemos cómo resistirle, huirá de nosotros. Antes de esbozar el modo de resistirle, podemos animarnos comparando sus poderes con sus limitaciones.
Satanás puede acusarnos, pero no condenarnos. A veces nos recordará nuestros pecados, y nos hará caer muy bajo para que casi perdamos nuestra seguridad, pero entonces corremos a Dios confiando solo en la gracia, y Él nos fortalece. Satanás ciertamente puede acusar, pero no puede condenar al que está en Cristo, porque él no tiene poder ni voz en cómo el Señor ve a Su pueblo.
Puede tentarnos a pecar, como hemos dicho, pero no puede hacernos pecar. Puede incitarnos y presionarnos, pero nunca obligarnos. Puede quitarnos el gozo y la paz dándonos pensamientos perturbadores, pero no puede quitarnos la salvación, ni poseernos jamás. Los maestros carismáticos dicen que el diablo puede poseer, u oprimir a un creyente, pero ambos vervos en su uso significan virtualmente la misma cosa, y ambos son equivocados. Satanás puede molestarnos, pero nunca poseernos, porque el principio de 2 Corintios 6.15 y otras escrituras nos enseñan que Cristo y Satanás no pueden coexistir en un alma.
Satanás puede hacerse pasar por un ángel de luz, y citar las Escrituras en nuestro oído, como intentó hacer incluso con el Señor en Su tentación. Pero no puede resistir que sustituyamos el pensamiento citando una promesa de las Escrituras.
Puede oírnos y vernos, pero no leer nuestros pensamientos. Por su profundo conocimiento de la naturaleza y el comportamiento humanos, y por observarnos de cerca, es capaz de discernir o adivinar muchas de nuestras reacciones ante la tentación, y de interactuar aparentemente con nosotros, pero no puede ver nuestros corazones. Si le hablamos (y no deberíamos hacerlo), ya sea de palabra o de pensamiento, nos “oirá”, y algunos de nuestros pensamientos pueden ser muy “fuertes” y obvios para él, como el odio a alguien, y un gran orgullo, pero de la manera ordinaria no puede leer nuestras mentes. Si el temperamento de una persona está subiendo, o si está mirando las cosas con lujuria, el diablo es muy astuto, y leerá las señales y sabrá lo que está pasando. Pero nunca pienses que puede entrar en la mente y leer nuestros pensamientos desde dentro. Muchos cristianos profundamente introspectivos y de mente seria han sido dolorosamente atormentados por la idea de que el diablo tiene un telescopio justo en sus pensamientos.
Puede introducir pensamientos en nuestra cabeza desde el exterior, pero no puede hacer que se queden, a menos que se lo permitamos albergando esos pensamientos. Satanás puede provocar rupturas entre esposos y esposas y entre amigos, y no estamos pensando aquí en faltas graves como el adulterio, sino en asuntos cotidianos.
Él puede disparar en la mente pensamientos hostiles, y por esto romper temporalmente las relaciones, pero no puede hacer nada para impedir la reconciliación piadosa en respuesta a la oración. Puede llevarnos a la cuneta si se lo permitimos, pero solo si se lo permitimos, porque no puede obligarnos a una caída desastrosa.
Satanás nos vigila, por medio de su hueste de demonios asignados para seguirnos y notar cada omisión del deber espiritual, cada oración descuidada, cada lectura perdida de la Palabra de Dios, cada ignorar un sermón, cada demora en llevar a cabo una buena obra, y cada acto de mundanalidad o de conducta no comprometida. Bajo escrutinio estarán las cosas que miramos y en las que nos ocupamos, y por estas cosas el tentador determinará nuestra vulnerabilidad a la tentación, y planificará el próximo asalto contra nosotros.
Cada día Satanás, por medio de sus demonios, obstaculizará nuestro trabajo espiritual poniendo distracciones en nuestro camino. Cuando comenzamos a orar, nuestra atención puede ser atraída por cualquier número de asuntos, interesantes, preocupantes o seductores, para desviarnos del trono de la gracia. Pero, una vez más, no puede tener éxito a menos que se lo permitamos.
Resistir al diablo
“Resistid al diablo, y huirá de vosotros”, dice Santiago. Cuando el diablo obstaculiza nuestras oraciones, o inunda nuestras mentes con beneficios mundanos, o con ideas deprimentes, o con pensamientos negativos sobre otras personas o nuestra iglesia, entonces debemos resistirle activamente. El negativismo crítico debe ser siempre rechazado enérgicamente. Cuando él llena nuestros pensamientos con ensoñaciones de deseo, o con un amor por la facilidad, estas escenas de autoindulgencia deben ser resistidas y expulsadas. Debemos cambiar nuestro pensamiento, pidiendo ayuda a Dios.
Pero, ¿cómo podemos estar seguros de que el diablo huirá? ¿Es débil? Al contrario, es muy poderoso. ¿Es cobarde? Claro que no; no nos tiene miedo. ¿Es que yo soy fuerte y puedo vencerle? No, desde luego que no. Entonces, ¿por qué huirá si me resisto a él? ¿Es porque no tiene resistencia y solo puede molestarme durante unos minutos? No, él y sus hordas tienen tenacidad para resistir hasta el último día.
Huirá de nosotros porque si nos sometemos a Dios, y oramos pidiendo ayuda, y realmente deseamos hacer lo correcto, entonces Cristo lo alejará. Si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? Basta una mirada del poderoso Salvador del mundo, y Satanás se acobardará y se irá. Si dependemos de Cristo, Él lo alejará. Para los creyentes probados y azotados por la tormenta, las palabras de Isaac Watts describen perfectamente el acto decisivo de Cristo al rechazar al maligno:
Pero el infierno volará ante Tu reprensión,
Y Satanás esconderá la cabeza;
Conoce los terrores de Tu mirada,
Y oye Tu voz con pavor.
Es el Salvador Quien lo derrotó en el Calvario, y Quien lo ha sometido a juicio, remitido al día final. Por medio de Cristo, que ha expulsado al príncipe de este mundo, podemos resistir la tentación, estar a salvo y ver cómo Satanás huye de nosotros. Es poderoso, odioso y astuto, pero también está atado, limitado y sometido a Cristo, ya sea ahora o cuando regrese el Salvador.
De nuevo, las palabras de Watts son perfectas para animarnos en los mares de la tentación:
Aunque todas las huestes de la muerte,
Y poderes del infierno desconocidos,
Pongan sus más espantosas formas
De furor y malicia,
Estaré a salvo; pues Cristo despliega
Superior poder y gracia guardiana.