Nuestro punto de partida es la carta de Pablo a los Gálatas 3.28, donde el apóstol escribe que en Cristo “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. “.
Dentro de unos momentos nos ocuparemos de los papeles del hombre y la mujer en el libro del Génesis, pero tomamos Gálatas 3.28 como algo que nos dice que ni el hombre ni la mujer son superiores al otro a los ojos de Dios. Todos son herederos de la salvación, iguales en posición ante Dios, iguales en valor espiritual, iguales en herencia.
¿Significa esto que las antiguas distinciones entre el hombre y la mujer que aparecen por primera vez en el libro del Génesis, que el hombre debe tener la jefatura en el matrimonio y en la iglesia, están ahora abolidas? Ciertamente no, porque se repiten en el Nuevo Testamento, pero significa que dentro de las reglas de la jefatura nunca olvidamos que nuestro valor espiritual y nuestra posición ante Dios son iguales. Cuando vemos la instrucción de que el hombre ha de ser cabeza, y la mujer ha de seguirle en eso, no deducimos de ello que el hombre es superior a la mujer. Siempre tenemos en cuenta Gálatas 3.28. Es demasiado fácil que la gente haga suposiciones precipitadas y saque conclusiones erróneas.
En Génesis 1.27 leemos: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Aquí hay una gran distinción entre el hombre y la mujer, pero cada uno es creado a imagen de Dios, reflejando en cierta medida a su Creador, dotado de espiritualidad, dotado de alma, dotado del poder de la razón y de varias otras características especiales que lo elevan por encima de todas las demás criaturas.
Luego leemos en Génesis 2.18: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. La palabra “ayuda” es obviamente importante para nosotros. ¿Qué significa una ayuda? Quizá nos sorprenda saber que el término hebreo proviene de la idea de rodear algo. Así que Dios va a hacer para el hombre un rodeador, o una ayuda, como se suele traducir. Una traducción muy interesante de la palabra hebrea es: un facilitador. Adán tendrá un facilitador, un protector incluso, un guía, una ayuda. Todas estas ideas pueden agolparse en el término, haciendo de éste un llamado elevado. Está el hombre, pero necesita uno que lo complemente y lo asista.
Desde el principio hay un orden, y la Escritura sigue avanzando ese orden. El hombre es creado primero y la mujer después; el hombre primero, y la mujer para hacerlo suficiente, para capacitarlo, para apoyarlo, para asistirlo, para estar con él. Primero el hombre, luego la mujer para completar el diseño y hacerlo suficiente.
Todo esto fue antes de la Caída, y el Nuevo Testamento mira hacia atrás, y nos dice que el hombre está hecho para Dios, y la mujer está hecha para el hombre. Ahora bien, a pesar de la distribución de roles, no existe la noción de superior e inferior. Tenemos que apartar eso de nuestra mente. Pero el hombre está hecho para servir a Dios (1 Corintios 11), para darle gloria, y la mujer está hecha para apoyar al hombre y permitirle hacer eso. Así que vemos que el arreglo que relaciona al hombre y a la mujer comenzó en la creación.
Luego vino la Caída, y en Génesis 3.16 el Señor explica las consecuencias. A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz”. La primera consecuencia o castigo por la Caída es para Eva. La segunda, también para Eva, es: “Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. ¿En qué se diferencia esta segunda consecuencia de la llamada original de Eva? ¿No fue ella creada a partir de él para ser su habilitador, su ayudante, su auxilio? Ahora es más pronunciada. Ella siempre fue su apoyo, pero ahora que el pecado ha entrado, la jefatura del marido se establece más firmemente porque una sumisión totalmente voluntaria ya no es sostenible.
Observamos que el hombre también es castigado, pues Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan.’ Adán tendrá que sufrir trabajos y amargas frustraciones y dificultades, por lo que ambos son castigados. La razón por la que Eva está ahora sujeta a una forma de ‘regla’, no es porque haya pecado más, sino porque esa es la parte del castigo que le corresponde, al haber pecado primero.
Adán, por su parte, tiene el trabajo y la frustración de los obstáculos. Pero en cada castigo Dios proporciona un recordatorio eterno de la Caída. Escribió en la vida humana cosas que afectan a cada hombre y a cada mujer en todo lugar de esta tierra a través de todas las generaciones para recordarnos la Caída. El hombre debe esforzarse y trabajar por su provisión, y la mujer debe conocer el dolor del parto y la obediencia al marido.
Se podría decir que los castigos contienen una gran bondad. Es una inmensa bendición que haya cosas escritas en la vida humana que nos recuerden la Caída, porque la Caída no debe olvidarse nunca. Es el fundamento de todo lo que necesitamos saber. La Caída del hombre es la causa de nuestra mayor necesidad. No podemos entender nuestra situación ante Dios ni sentir nuestra necesidad de salvación sin la doctrina de la Caída. No podemos entendernos a nosotros mismos. Incluso después de la conversión, no podemos embarcarnos en la obra de la santificación sin comprender la depravación y la Caída. No podemos entender la sociedad, ni cómo o por qué la gente piensa y actúa como lo hace, sin la doctrina de la Caída. Por eso, Dios ha considerado oportuno ordenar el castigo de los hombres y las mujeres de manera que haya un recuerdo perpetuo de la Caída.
¿Por qué las mujeres en el matrimonio y en la iglesia deben estar subordinadas a los hombres? ¿Porque son inferiores? No. ¿Porque pecan más que los hombres? No. Ambos pecaron por igual, uno primero es cierto, pero ambos pecaron por igual. Entonces, ¿por qué la mujer soporta su castigo particular y el hombre el suyo? Porque es el mensaje de la Caída.
Hasta aproximadamente el año 1900, casi todo el mundo en las Islas Británicas entendía la enseñanza bíblica de que la subordinación en el matrimonio surgía de la Caída. Era la marca de la Caída. Igualmente, todos los hombres sabían que su trabajo era la marca de la Caída. Puede que no siempre lo creyeran, y puede que a menudo se sintieran ultrajados por ello, pero todos lo sabían. En cierto sentido, cada mujer que daba a luz estaba predicando la Caída. Todo hombre que trabajaba hacía lo mismo.
Una de las grandes campañas del diablo ha sido deshacerse de la Caída, a menudo mediante ataques masivos a la Palabra de Dios. En el siglo XIX surgió uno de los más feroces de todos, el movimiento de la Alta Crítica. Este fue diseñado, como un virus informático en cierto modo, para introducirse en el pensamiento de los teólogos, ministros y el pueblo cristiano, de modo que la Biblia fuera socavada y dejara de considerarse fiable.
Ya no se podía creer en un relato literal de la creación en el libro del Génesis. Pasó a ser descrito como poesía, como mito, etc. Si Satanás podía deshacerse de la creación en el libro del Génesis, destruiría la doctrina de la Caída. Se convirtió, podemos decir, en una obsesión satánica, y la campaña atrapó a denominaciones enteras de iglesias. Sin la Caída, no hay necesidad de salvación, no hay necesidad de redención.
¿Por qué la sociedad actual está desesperada por deshacerse de la subordinación en el matrimonio, e incluso a prescindir de él por completo? ¿Cuál es la base real del movimiento del feminismo? ¿Cuál es su motor, su fuerza propulsora? ¿De dónde saca su energía? Si bien es cierto que muchos se inclinan por el feminismo a causa del espantoso comportamiento de muchos hombres, el verdadero fundamento es esta satánica desesperación por deshacerse de la Caída. Si consiguen abolir la distinción entre hombres y mujeres, y el gran signo de subordinación que Dios ha dado para recordarnos la Caída, entonces habrán eliminado el recuerdo de la Caída y la necesidad de salvación.
Así que la razón por la que Dios ha dado la subordinación de las mujeres a los hombres en el matrimonio es para marcar la Caída. Del mismo modo, es la razón por la que las mujeres no deben ser predicadoras. No debemos decirnos a nosotros mismos: “Oh, creo que Dios no nombra a las mujeres predicadoras porque no son aptas para esa tarea”. La razón bíblica es recordarnos la Caída. La verdad está en juego. Se está comunicando el mensaje de Dios, y la desobediencia es una oposición a la verdad vital. Cualquier ministerio de las mujeres predicadoras (a los hombres) se lleva a cabo desafiando el propio ‘sermón’ de Dios sobre la Caída.
Pasemos ahora a los dos pasajes bien conocidos del Nuevo Testamento, en primer lugar 1 Corintios 14.34 – “vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice”. ¿Dónde dice la ley que la mujer debe ser la oyente y el hombre el maestro? La respuesta es – en Génesis 3.16 y 17. (Tenemos que recordar que cuando el apóstol habla de la ley se refiere a todos los libros de Moisés. Así que la “ley” es el texto del Génesis al que acabamos de referirnos).
A continuación, pasamos a 1 Timoteo 2.11-12, donde el apóstol es aún más explícito. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio’. Esto se prescribe para la iglesia, luego se dan las razones.
Una vez más, observamos que el texto no dice que sea porque la mujer es inferior al hombre, o, como muchos sugieren, porque el papel que Dios pretendía se invirtió en el Jardín del Edén, al tomar Eva el fruto prohibido sin preguntar primero a Adán. Algunos dicen que ella soporta su castigo porque asumió el papel de él. Es una sugerencia ingeniosa y plausible, pero en realidad no es lo que dice la Escritura. Podemos creerlo si queremos, pero es sólo una suposición. La Escritura dice que ella es castigada porque pecó primero. Ella es elegida para soportar un tipo de castigo, y el hombre es elegido para soportar otro, para anunciarnos la Caída.
Ahora bien, aquí hay otra razón, y nos remite a antes de la Caída. Dice Pablo: Porque no permito a la mujer enseñar…porque Adán fue formado primero, después Eva’. El orden de la creación enseña que Adán será el maestro y Eva será la oyente. Había un mensaje, una “ley”, en el orden de la creación.
Pablo dice que – “y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”. Pero no debemos concluir que ella fue la primera en pecar porque era la más ingenua, o la que menos discernía, por lo que las mujeres son inadecuadas como maestras. Esto sugeriría que Eva fue hecha un ser inadecuado y en desventaja. La Escritura sólo dice que ella pecó primero, por lo que fue culpable por sí misma y mereció su parte del castigo-mensaje.
Relaciones de roles en Efesios
Habiendo reconocido la jefatura del hombre en el matrimonio, debemos prestar atención a los términos de esa jefatura, porque a menudo se abusa de ellos, lo que conduce a una gran infelicidad.
En Efesios 5.22 leemos: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor”. ¿Qué significa someterse? Es exactamente la misma palabra que se usa en Hebreos para los miembros de la iglesia que se someten a un anciano o a un pastor. ¿Qué significa la sumisión a un anciano? ¿Significa que él dirige tu vida? ¿Significa que tienes que tomar todas las decisiones ante él? ¿Significa dominación total? ¿Es autoritario? Por supuesto que no.
Cada esposa tiene sus dones, su poder de razonamiento, sus habilidades. Tiene muchas cosas que hacer y determinar. No debemos permitir que la jefatura en el matrimonio sea prepotente y dominante, de modo que se niegue a la esposa la administración de sus poderes y dones. Sométanse” significa: colóquense detrás o debajo. Él debe dirigir, pero el marido no debe dominar.
Dice el apóstol: “Esposas, sométanse a sus propios maridos, como al Señor”, o sea, en obediencia a él. Ella lo hará porque el Señor lo dice; quiere complacer al Señor, así que lo hace por él.
A continuación, el apóstol dice (versículo 23): “Porque el marido es la cabeza de la mujer”, en este sentido tan matizado, “como Cristo es la cabeza de la Iglesia”. Seguramente no hay norma más desafiante que ésta. La jefatura de Cristo en la Iglesia es una jefatura benévola, una jefatura amorosa, una jefatura que sostiene, una jefatura sacrificada, una jefatura que imparte alegría (“para que mi gozo esté en vosotros”). Los maridos deberían poder decir a sus esposas, cada día, ‘mi alegría te la doy’. Es una jefatura fiel, cuidadosa y sensible: “Porque el marido es la cabeza de la mujer, así como Cristo es la cabeza de la Iglesia”.
Nos atrevemos a decir que la jefatura del marido en el matrimonio es una jefatura ganada. No, dice la gente, no lo es. Es por derecho divino, y en cierto sentido es cierto. Pero si es como la jefatura de Cristo sobre la iglesia, que es por derecho divino, es al mismo tiempo una jefatura ganada. El marido debe ganarse y merecer el amor, el respeto y la subordinación piadosa de su esposa.
El apóstol también dice que el marido “es el salvador del cuerpo”. Es difícil precisar lo que se quiere decir aquí, pero el sentido más probable es éste: Cristo es el Señor y Salvador del alma, y el marido es el “salvador” del cuerpo, responsable de la salud y la felicidad terrenal y de la alegría y la paz de su esposa. Él debe asegurarse de que ella reciba el disfrute y las libertades humanas adecuadas, su acceso al servicio cristiano y los privilegios que le corresponden en su peregrinaje terrenal.
La frase: “Por tanto, como la iglesia está sujeta a Cristo” es también un reto para los maridos. ¿Cómo estamos sometidos a Cristo? Estamos llenos de admiración por él y de gratitud hacia él. ¿Tienen las esposas motivos para estar llenas de admiración y gratitud hacia sus maridos?
Si no hay suficiente aquí para desafiar al marido, entonces el apóstol Pablo dirige el foco de atención completamente hacia el marido en el versículo 25: “Maridos, amad a vuestras mujeres”. Aquí está todo el afecto y el calor, y eso debe ser expresado. Luego se añade la referencia al amor de Cristo: “Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla y purificarla en el lavamiento del agua por la palabra”. El marido es responsable de asegurarse de dar un ejemplo de santidad que aporte luz, vida y felicidad al hogar y a la familia.
En el versículo 28 leemos: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos”. ¿Cómo ama un hombre su cuerpo? Bueno, se asegura de comer y obtener lo que es esencial para su supervivencia. Y al igual que cuida de su cuerpo en ese sentido, es responsable de la felicidad de su mujer y de su acceso al ministerio, felicidad en todos los sentidos. ‘El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.’. Debería ser el instinto más natural del mundo.
¿Subordinación de las mujeres en la vida civil?
Hemos hablado de la subordinación que comienza en el libro del Génesis, y que se amplía en el Nuevo Testamento, en relación con el hombre y la mujer en el matrimonio y la iglesia, pero ¿qué pasa con la subordinación de la mujer en el Estado? ¿Y en la sociedad en general? ¿Puede una mujer cristiana ser directora general o primera ministra? ¿Se extiende la norma de subordinación a la vida secular? Antes de responder, hay otra cosa que debemos tener en cuenta: ¿qué pasa con el concepto de la mujer como ama de casa? Algunas personas hacen hincapié en esto incluso hoy en día. Insisten en que en el libro del Génesis, al leer el capítulo 3 en particular, se ve que el papel del hombre está fuera del hogar y el de la mujer dentro del mismo. Toman esto y lo aplican a lo largo de los tiempos, convirtiéndolo en un principio de que el papel de la mujer está en el hogar y el papel del hombre está fuera del hogar. ¿Es esto así?
Se trata claramente de una línea de interpretación errónea, porque algunos aspectos de la vida registrados en la Biblia son asuntos de la cultura del tiempo. Por ejemplo, hay tres textos del Nuevo Testamento en los que el apóstol Pablo indica claramente que los hombres deben trabajar con sus manos, lo que implica que muchos de nosotros hoy en día estamos fuera de la línea de las Escrituras porque trabajamos con la cabeza, no con las manos. Hay mandatos del Antiguo Testamento de luchar en la batalla de la fe con lanzas y arcos, pero entendemos que este lenguaje está relacionado con el tiempo. Debemos tener cuidado de no descartar como cultura o asuntos relacionados con el tiempo que tienen una razón teológica adjunta (como la subordinación de las esposas), pero el papel exclusivo de ama de casa es obviamente un asunto relacionado con el tiempo.
En Estados Unidos hay algunos grupos de iglesias bastante grandes que establecen esto como una ley básica: la mujer debe estar en el hogar y eso es todo. Si viviéramos entre los judíos en los tiempos bíblicos, muy probablemente tendríamos una pequeña granja, cultivando alimentos. Ese era el trabajo de la mujer. En el libro de los Proverbios la mujer a veces busca un campo potencial, lo selecciona y lo compra, y luego lo cultiva para producir alimentos para la familia. Otra tarea laboriosa era la de hacer el pan. A menudo tenía que molerlo con mortero y se nos dice que la elaboración del pan para su familia le llevaba entre dos y cuatro horas diarias. Ninguna esposa hace eso hoy en día en Occidente.
No sólo tenía que hacer el pan, sino que no había tiendas como en épocas posteriores, así que recorría todas las granjas y pequeñas propiedades y hacía trueques. Cultivaba un poco más de lo que necesitaba para su familia y trocaba el resto para comprar artículos que no podía cultivar ella misma. También cultivaba lo suficiente para soporte de los pobres y los necesitados, pues así lo establecía la ley de Dios.
Y luego la esposa tenía que ser buena con el huso y el tejido porque tenía que hacer la tela y ser costurera, confeccionando toda la ropa de la familia, de verano y de invierno, incluyendo todas las cosas de fantasía y los muebles. Los tapices de la casa los hacía siempre el ama de casa. Todo esto consumía mucho tiempo sin máquinas, como los lavavajillas y las lavadoras. Lavar la ropa tenía que hacerse de la manera más difícil, con una tabla y una piedra.
Ahora no tenemos que hacer nada de eso. Todavía hay mucho que hacer en el hogar, pero las cosas han cambiado radicalmente. La idea de que hay que ser sólo ama de casa o se está desafiando la ley de Dios está muy lejos de la realidad. Hoy en día el costo de la vida y el precio de un techo sobre la cabeza, exige que todos, maridos y esposas, ganemos dinero, y tenemos que honrar al Señor en esas circunstancias.
Volvemos a la pregunta: ¿puede una mujer ser directora general de una gran empresa en la sociedad secular? Si está dotada y es capaz, no vemos ninguna razón para no hacerlo. Sin embargo, hay algunas consideraciones prácticas. ¿Puede llevar a cabo esta tarea y, al mismo tiempo, cuidar de su familia y dedicarse al servicio cristiano? Por supuesto, esto se aplica tanto a los hombres como a las mujeres. Hay muchos hombres a los que se les ha ofrecido un trabajo importante en su campo, y muchos han compartido conmigo esta misma situación a lo largo de los años. ¿Debo aceptarlo?”, me han preguntado. Pienso en algunos a los que se les han ofrecido los puestos más altos que se puedan imaginar, pero se han negado porque pensaban que, en su caso, su servicio cristiano y las necesidades de sus familias no se lo permitirían. Han decidido no subir más allá de un determinado punto.
Hay muchas cosas en la vida como ésta. La gente dice: “Toda mi inclinación es hacia las artes; ¿puedo dedicarme a eso?”. Pero ven que, aunque es un ámbito noble y que honra a Dios, se ha corrompido gravemente, de modo que las principales representaciones se celebran en el día del Señor, y se han introducido muchas cosas depravadas. Este es un asunto de administración ética cristiana. La respuesta suele ser: Sí, en principio, pero ¿cuáles son las implicaciones prácticas? ¿Es el precio demasiado alto para la obediencia espiritual? Y para las mujeres puede ser particularmente agudo, porque pueden tener la alta vocación de una familia. Sin embargo, si las circunstancias son las adecuadas, damos nuestro apoyo en oración a todas las mujeres cristianas con la especial responsabilidad de un alto nombramiento en el mundo laboral.