‘Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal.’
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La Epístola a los Hebreos es un documento verdaderamente asombroso, escrito mientras el templo aún estaba en pie antes de la caída de Jerusalén en el año 70 d.C. (no fue hasta entonces que el templo fue destruido, por lo que los ritos levíticos todavía se practicaban incluso cuando esta carta inspirada fue escrita).
La carta a los Hebreos tiene varios propósitos. Establece casi más que cualquier otro libro del Nuevo Testamento, la gloria, los oficios y la obra de nuestro Salvador Jesucristo. Muestra el cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo, y el cambio del orden eclesiástico entre los Testamentos. Explica completamente los privilegios de los cristianos. Tiene mucho contenido acerca de los pactos: el pacto del antiguo orden y el pacto de gracia (que por supuesto está operativo en todo momento), y cómo debe distinguirse de los pactos en el Antiguo Testamento, su carácter y sus bendiciones. Hay tantos pasajes pastoralmente edificantes.
Entonces, quizás la característica más notable de esta carta a los Hebreos es la forma en la que anda por la “cuerda floja”. Está escrita para los judíos, aunque incluso eso no es absolutamente seguro. Este libro está cargado con el tipo de cosas que preocuparían a los judíos convertidos, o que los judíos no convertidos podrían necesitar saber antes de que sus corazones pudieran abrirse al evangelio. Y si bien eso es cierto, y esto es lo que quiero decir con “cuerda floja”, están claramente descritas para los gentiles.
El escritor de esta epístola tuvo que ser muy, muy cuidadoso. Si hubiera ido demasiado lejos al explicar a los gentiles cómo funcionaba el ceremonialismo judío, y de qué manera era predictivo de Cristo y se cumplía en Cristo, pudiera parecer que estaba hablando con desprecio a los judíos y siendo condescendiente con ellos. Él no podía explicar estas cosas a los gentiles de tal manera que esta epístola resultara ofensiva para el pueblo judío, pues también está escrita para ellos. “Estoy tratando”, parece decirse a sí mismo el autor inspirado, “de mostrar a los judíos estas cosas: que el aspecto ceremonial de la Ley ha llegado a su fin, y que Cristo lo cumple y lo cumple enteramente. También me preocupa -parece reflexionar- la influencia de los judaizantes, que quieren convencer a los gentiles convertidos de que deben adherirse a la ley judía, y tengo que mostrarles por qué la ley es irrelevante. Pero ellos no saben acerca del ceremonialismo judío, así que tengo que explicarlo con suficiente detalle para que estas cosas queden claras a los gentiles, mientras que al mismo tiempo ayuda a los judíos y sin ofenderlos”
Y el magnífico éxito literario de la carta a los Hebreos es que cumple ambas tareas. Explica a los judíos, la transición del judaísmo al cristianismo y el cumplimiento de su ritualismo sin hablarles con desprecio. Y, sin embargo, de alguna manera se las arregla para explicar ese ritualismo en términos tan sencillos que los gentiles lo entenderán. Cuando piensas en esto, el poder continuo del libro para ambas partes es evidente y claro.
Hay un gran debate sobre quién fue realmente el autor. Algunos piensan que Pablo. Pero Calvino estaba convencido de que no era del apóstol Pablo y también lo estaba Lutero, quien sugirió que era de Apolos; de hecho se han propuesto otras ideas. Hay argumentos de ambos lados. Hay uno o dos versículos en la carta a los Hebreos que sugieren que no pudo haber sido de Pablo, y hay otros que sugieren que bien pudo haber sido el Apóstol. Pero hay una característica del libro que sugiere fuertemente que Hebreos fue escrito por Pablo y es la forma antes mencionada en que camina por la cuerda floja. Usted piensa: ¿quién podría haber escrito este libro bajo la inspiración de Dios sino el apóstol Pablo, un judío altamente educado y, sin embargo, el apóstol con experiencia entre los gentiles? Así que cuando miras el libro en su conjunto, quizás el antiguo encabezamiento, “La epístola de Pablo, el apóstol a los Hebreos” podría tener mucho sentido.