Nada se puede comparar al llamado de Cristo, hecho únicamente a la mente, el corazón y la voluntad. Una convocatoria o llamado solemne; aún así una apelación, inclusive una súplica. Inaudible y aún así penetrante y cautivante. Aquí está el llamado a un cambio radical, aunque responder al mismo se ha hecho fácil.