La alegría nunca debe fallar

1 Pedro 1.8

La alegría inefable es la posesión privilegiada de cada creyente, una alegría distinta al placer efímero del entretenimiento, el humor, la amabilidad inesperada e inclusive de un regalo. La alegría espiritual persiste en medio de la prueba y la aflicción. Sin embargo, debe ser sujetada fuertemente. Aquí vemos cómo hacerlo.

Otros Sermones de La Primera Epístola de Pedro

La Iglesia: su identidad y propósito, 1 Pedro 2.9
¿Qué opinas de Cristo?, 1 Pedro 2.4
Amor: sus amigos y enemigos, 1 Pedro 2.1-3


La Primera Epístola de Pedro (1 Pedro) es un libro lleno de Jesucristo y de Sus glorias. Es una epístola que aborda muchos departamentos diferentes de la vida cristiana. Es un libro de santidad en el cual se enfatiza repetidamente la separación del creyente del mundo y del pecado. Es un manual de ciudadanía: nos dice cómo vivir en este mundo, cómo vivir bajo las autoridades de este mundo, y cómo comportarnos para la gloria de Dios.

Nos habla del matrimonio con comentarios y exhortaciones notables y profundas. Es un libro de pruebas: cada capítulo del libro se refiere a una prueba en particular y nos enseña a cómo probar la bondad del Señor en medio de estas, por medio de la fe. Es un libro de servicio: nos enseña cómo servir al Señor y cómo comprometerse y dedicarse a Él y a Su causa.

Es un libro de peregrinación: describe al pueblo de Dios como “extraños” que residen en este mundo; también, como un pueblo que es llamado a salir del mundo. Sí, debemos ser buenos ciudadanos –dice Pedro– pero este mundo no es nuestro lugar; vivimos para la eternidad, para el reino de Dios.

Esta epístola fue escrita alrededor del año 63-64 d.C. No obstante, hay críticos incrédulos que niegan que el apóstol Pedro pudiera haber sido el autor. ¿Por qué? Porque era galileo, de oficio pescador, e ignorante e inculto. Él hablaba arameo y hebreo, y este libro está escrito en un griego perfecto y elegante. ¿Cómo puede ser esto? Justo al final del libro, Pedro dice: “He escrito por Silvano”. Silvano era su secretario, por así decirlo. Dios inspiró a Pedro, pero también usó a Silvano: Pedro dio las palabras, Silvano las puso en griego, Dios supervisó el proceso.

¿Pensamos que el apóstol Pedro era simplemente un pescador inexperto e ignorante? Bueno, eso puede ser correcto. ¡Pero qué cosas maravillosas logra la conversión! ¡Qué tremendo que el Señor haya tomado a un Pedro, tosco, impulsivo y temerario, y lo haya convertido en un ser profundamente espiritual y racional! En ningún lugar se puede encontrar una línea de razonamiento más convincente que en la sucesión de argumentos e incentivos presentados, uno tras otro, en esta epístola.