La “altura y la profundidad” de la salvación

Colosenses 1:19-20

Al mostrar aspectos de la reconciliación, el apóstol ensalza el alcance de la obra redentora de Cristo (que incluye obtener la obediencia eterna de las huestes angelicales), también la “profundidad” de nuestra separación, además de la “altura” o magnitud de nuestra elevación y finalmente la señal segura de la redención.

Otros sermones de la Epístola del Apóstol Pablo a los Colosenses

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Cuando Cristo entra en una vida


Ubicada en Frigia (parte de la Turquía moderna), Colosas era una ciudad antigua, pagana, orgullosa, y cuya economía se encontraba en declive. Ubicada a 100 millas al este de Éfeso, su población de entre 25.000 y 30.000 habitantes, hacían de Colosas una ciudad grande (para aquellos tiempos).

La epístola de Pablo a los Colosenses fue escrita alrededor del año 60 d.C., mientras estaba en una prisión romana. Casi cinco años después, un gran terremoto azotó Colosas y devastó casi todos los edificios históricos. Pero he aquí sólo una pequeña idea del orgullo de Colosas: aunque por aquel entonces se encontraba en decadencia, logró reconstruirse sin ninguna ayuda de los romanos. Se dice que los colosenses eran un pueblo capaz y trabajador.

En realidad, Pablo nunca había estado en Colosas. Mientras el Apóstol predicaba en Éfeso, un varón llamado Epafras, de Colosas, escuchó a Pablo proclamar el Evangelio. Este varón de Colosas fue salvo, y regresó a su ciudad para proclamar el Evangelio de igual manea. Poco tiempo después el Espíritu del Señor se movió de manera evidente y notable, y muchos en Colosas se convirtieron. De esa manera se forma una iglesia local en Colosas, la cual creció y prosperó de manera sorprendente.

Pero la iglesia estaba sujeta a dificultades. Aunque parece haber sido una iglesia sana, había sido penetrada por herejes que defendían ceremonias judías, no muy diferentes de los que se infiltraron en la iglesia de Corinto. (Había una gran comunidad judía en Colosas, a pesar de que era una ciudad gentil).

Luego la iglesia tuvo que enfrentarse a otra secta, llamada gnosticismo. Los gnósticos enseñaban que Cristo no era una persona real con cuerpo humano sino una especie de emanación del Padre, y menospreciaban las Escrituras, creyendo que el conocimiento se adquiría místicamente. No creyeron en el evangelio y ciertamente no creyeron en el Calvario. También estuvieron dispuestos a utilizar un lenguaje inteligente para forjar su camino al seno de la iglesia, si podían. En su epístola, Pablo tenía que advertir a los hermanos de estos asuntos, y contrarrestar todo estos errores.

Pero la carta a los Colosenses no es sólo una epístola de advertencia, como afirman algunos comentaristas. Hay tremendos pasajes que exaltan a Cristo y enseñan sobre Él, y el propósito fundamental de esta epístola era la de proveerles a los Colosenses (y proveernos a nosotros) un gran estímulo y una ayuda significativa para nuestro caminar cristiano.