La Biblia describe la necesidad de la conversión a Dios. En este versículo se presenta como algo radical y repentino, un evento completo que Dios realiza en un instante, y no nosotros. Aquí tenemos sus grandes características, y cómo podemos llegar a ella.
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La segunda epístola de Pablo a los corintios es, sin duda, la más biográfica de todas las cartas paulinas. Esta segunda carta fue escrita poco después de la primera, alrededor del año 55 d. C., cuando Pablo había regresado a Macedonia.
La iglesia de Corinto estaba siendo atacada por judaizantes; se trataba de personas que eran judías pero que afirmaban ser cristianas y que seguían al apóstol (y a otros apóstoles) por todas partes. Ellos trataban de persuadir a las iglesias recién fundadas de que necesitaban adoptar los rituales y las ceremonias judías, pues Cristo no era suficiente. Tal desafío era una gran prueba y representaba un gran problema para la iglesia.
Pablo había prometido visitar Corinto y no pudo hacerlo, y los judaizantes habían entrado inmediatamente en la iglesia y habían dicho: «Este individuo no es de fiar. Hace promesas que no cumple. ¿Cómo puede ser un supuesto apóstol de Cristo?». De esta manera lo calumniaron, y lamentablemente algunos en la iglesia cayeron en la trampa.
Es una gran vergüenza que hoy en día la tendencia sea la de exagerar los problemas de la iglesia de Corinto y de construir una imagen absurda y ridícula de ellos como una congregación profundamente dividida, profundamente herética y profundamente inmoral. Si así fuera, Pablo nunca les hubiera dirigido los comentarios elogiosos que les dirigió. Sí, existían algunos problemas, pero la iglesia local en la ciudad de Corinto era una iglesia maravillosa.
Algunos habían desarrollado un espíritu partidista –no unos contra otros, sino unos a favor de sus predicadores favoritos, y otros, de otros. Hubo un caso de inmoralidad que no habían disciplinado. Luego, una o dos personas parecen haber estado tomando acciones legales contra los demás, en lugar de resolver las cosas de una manera espiritual. También había un pequeño grupo de herejes que negaban ciertas cosas y representaban una infiltración judaizante. Éstos eran problemas en una iglesia joven que tenían que ser abordados, pero no era un gran número de personas las que habían sucumbido a estas cosas.
Una de las cosas gloriosas de la iglesia de Corinto –y es bueno que tengamos dos cartas y se pueda ver este proceso en marcha– es que cuando el apóstol plantea el problema, se arrepienten y lo resuelven, y están muy abiertos a la enseñanza. En 1 Corintios se nos dice que al Apóstol le escribieron con el fin de hacerle algunas preguntas; es claro que eran hermanos enseñables y abiertos, y querían saber cómo comportarse correctamente. Ese es el espíritu, sin duda; sí, se vio asaltada por algunos problemas, pero en general era una iglesia maravillosa.
2 Corintios es una carta sorprendentemente hermosa. Algunos dicen que es la más hermosa de las cartas de Pablo, aunque contiene algunas restricciones y advertencias. Sin duda es muy emotiva, llena de calidez, alegría y profunda preocupación. Tal vez, incluso más que Gálatas, proporciona una visión del corazón del apóstol y del vínculo que tenía con el pueblo.