LA SEGUNDA DESVIACIÓN PRINCIPAL de la adoración contemporánea es que promueve sustituir la adoración racional por una adoración que llamamos extática. Dios requiere que lo adoremos en «espíritu y en verdad». La parte del enunciado que se refiere a la «verdad» significa que la adoración debe ser correcta y también que tiene que ser entendible o racional.
El apóstol Pablo hace eco de esto cuando insiste que los cristianos oren y canten con el entendimiento. Una mente clara y consciente es el órgano humano vital para la adoración (véase 1 Co 14:15 y el capítulo 5 «Que el Señor defina la adoración»).
La adoración extática es del todo diferente, pues tiene como obje- tivo estimular las emociones para producir un estado simulado de exaltación emocional. La adoración extática tiene lugar cuando el objetivo del ejercicio es obtener una sensación cálida de felicidad, tal vez un gran entusiasmo o hasta una sensación de la presencia de Dios a través de los aspectos físicos y terrenales de la adoración, tales como la música y el movimiento. Esto se persigue de forma entusiasta en los círculos carismáticos, teniendo los programas ingeniados en detalle para traer a los adoradores a un punto emocional alto, y a veces también a un punto semi hipnótico. En círculos no carismáticos el objetivo es un poco más modesto, pero es esencialmente el mismo: producir un impacto emocional. Los líderes de adoración quieren saltarse la racionalidad y estimular los sentimientos por otros medios; es decir quieren estimular las «sensaciones» para poder producir euforia.
No acusamos de manera injusta a los partidarios de la nueva adora- ción, ya que ellos mismos son los que dicen esto en sus libros y guías de adoración. El primer compás tendrá —según ellos— este y aquel efecto en los adoradores, y después la música tiene que tomar esta o aquella dirección para mantener el ánimo; y después de eso debe cambiar a otro tiempo, volumen y tono. Los instrumentos, arreglos, acordes y ritmos deberían estar entretejidos para formar un patrón que moldee e influencie los sentimientos de la gente para maximizar sus sentimientos de adoración.
Con frecuencia se usa una tremenda maestría musical en la «produc- ción» de un culto, pero debemos darnos cuenta de que cualquier intento de realizar una impresión directa en el alma a través del uso de la música o de cualquier otra herramienta terrenal es adoración extática, a dife- rencia de la adoración espiritual y racional. Esta última no trata de manipular los sentimientos mediante técnicas terrenales, sino que deriva su gozo de una apreciación espiritual sincera del Señor, de su palabra y de las grandes doctrinas de la fe. Claro que el Señor permite la música —y el acompañamiento musical—, pero no se tiene que desplegar de manera deliberada como un medio para despertar sentimientos. Al adorar «los sentimientos» deberían ser nuestra respuesta a las cosas que entendemos y apreciamos en nuestras mentes.
Es cierto que muchas melodías de himnos tocan nuestros corazones a causa de su fuerte relación con sentimientos de salvación, y esto es sano y aceptable. Tales himnos han adquirido una calidad especial derivada de palabras valiosísimas. Pero los arquitectos de la adoración extática no tienen ningún derecho de raptar este agradable fenómeno y usar la música como el principal medio para conmover corazones y producir sentimientos. Esto es carnal, cínico, artificial y manipulativo.
Es tan solo al ser conmovidos sobre todo por pensamientos inteli- gentes que nos muestran al Señor y su obra, que tenemos sentimientos genuina y legítimamente espirituales. Las emociones avivadas en gran medida a través de la música sentimental o conmovedora pueden ser agradables solo a nivel humano, pero no son adoración. Lo mismo se aplica a todos los sentimientos generados de manera artificial. Si un predicador mueve a la gente hasta las lágrimas mediante «histo- rias conmovedoras», su necesidad de Dios o su arrepentimiento, no serán más que emocionalismo a corto plazo. Y sin embargo, si la gente entiende su necesidad a través de escuchar la palabra —que es sin duda suficientemente conmovedora—, su convicción y arrepenti- miento serán genuinos y duraderos.
En realidad la música no puede mover el alma, tan solo conmueve las emociones. La adoración válida comienza en la mente y, si esta evita el entendimiento, entonces no es adoración verdadera. Si la adoración es abrumada por cosas físicas tales como interpretaciones de orquestas maestrales y conmovedoras, entonces está en una situación compro- metida y arruinada. Tal adoración nos recuerda a los israelitas que querían complementar el maná con otras comidas. Hoy en día tal vez muchos dicen a Dios, en efecto: «No eres suficiente, también necesito música muy alta y rítmica para emocionarme».
Pablo expone el papel principal de la adoración en estas palabras: «Hágase todo para edificación» (véase 1 Co 14:26). La palabra edifica- ción se refiere literalmente a la construcción de un edificio, pero Pablo siempre la usa para referirse al fortalecimiento del entendimiento. Se debe entender cada elemento de la adoración para que pueda ser válido. Somos conmovidos de forma espiritual, no por la melodía, la belleza o el espectáculo; sino por lo que entendemos. «La adoración», como la describe el puritano Stephen Charnock, «es un acto del entendi- miento donde este se aplica a sí mismo al conocimiento de la excelencia de Dios… Asimismo, es un acto de la voluntad donde el alma adora y reverencia la majestad de Dios, es cautivada por su afabilidad, acoge su bondad y fija todos sus afectos en Él» (Works, 1.298). Con nues- tras mentes apreciamos al Señor, sus grandes actos y las doctrinas de su palabra. Ya sea que estemos dirigiendo nuestra adoración hacia Él o recibiendo verdad de Él, es la mente la que tiene que estar activa y ser edificada. Las emociones tienen que ser activadas por lo que es recono- cido por la mente y no por el poder directo de la música, los ritmos o el movimiento corporal.
Repetimos una vez más que en la adoración cristiana contamos con el privilegio de tener muchas hermosas melodías, y se nos permite cantar con acompañamiento; pero todo se debe mantener dentro de límites razonables para no depender de todo ello con el propósito de crear nuestros sentimientos. Y sin embargo, la nueva adoración está de principio a fin basada en música y en canciones, intencional y desca- radamente usadas para tener un gran efecto e influencia sobre los sentimientos. John Wycliffe, «la estrella de la mañana de la Reforma», criticaba con vehemencia el uso de canciones para «estimular el baile» o para incitar los sentimientos en adoración. Advirtió a sus contem- poráneos en palabras de Agustín: «Cuantas veces la música me deleite más que lo que se canta, así confieso que peco gravemente». La música es un regalo maravilloso del Señor, pero nunca debe rivalizar o ahogar la adoración ofrecida en espíritu y en verdad.
John Wesley tiene la misma perspectiva en su consejo a cantantes de himnos cuando en 1781 escribió:
Ante todo, cantad espiritualmente. Poned la mirada en Dios en cada palabra que se cante. Que vuestro objetivo sea agradarlo a Él más que a vosotros mismos o a cualquier otra criatura. Atended de manera estricta al sentido de lo que se canta y ASEGURAOS DE QUE VUESTROS CORAZONES NO SE DEJEN LLEVAR POR EL SONIDO, sino que sean ofrecidos a Dios de continuo, de tal manera que vuestro canto reciba aprobación del Señor aquí y tenga recompensa cuando venga en las nubes del cielo.
Para aclarar la cuestión, utilicemos una vez más la pregunta que se usó al cierre del capítulo de la adoración estética. ¿Por qué una iglesia querría incrementar su instrumentación habitual y tradi- cional, y cambiar su estilo de adoración? Tal vez la respuesta sea algo como esto: «Porque de esta manera nos elevaremos, emocionaremos y sentiremos más al Señor». Una respuesta como esta indicaría que se ha abandonado la adoración racional y la adoración extática está ocupando su lugar. No puede haber gozo mayor que el responder en apreciación espiritual a grandes bendiciones espirituales. ¿Por qué se necesitarían más instrumentos para mejorar esto? Cualquier grupo, banda u orquesta con toda certeza estarán propensos a introducir un elemento extático a la adoración, y esto va en contra de los principios de adoración del Nuevo Testamento.
Es innegable que la nueva adoración tiene la intención de esti- mular las emociones de manera externa y artificial, y a este respecto es muy similar al catolicismo, cuya adoración, como hemos visto, es una ofrenda estética; de hecho, es también extática y está diseñada para captar y satisfacer las emociones, pues bombardea los sentidos con aromas, campanas, procesiones, cánticos y demás. La misa de antaño en latín no era acerca de entender sino acerca de impresionar los sentidos. Asimismo, se componían réquiems conmovedores para influir a la gente a nivel emocional. Aunado a esto, las misteriosas interpretaciones de Roma se maquinaban para captar y conmover los sentimientos. El medio era considerado más agradable y emocional- mente efectivo que el mensaje, y a eso estamos volviendo en las iglesias evangélicas modernas. Las herramientas son de cierto diferentes, pero no cabe duda de que la adoración cristiana contemporánea comparte las mismas ideas teatrales y mundanas de Roma.
Uno de los pioneros británicos de la nueva adoración bosquejó su propio peregrinaje en un artículo de una revista. Su historia es alar- mantemente reveladora. Recordaba cómo, cuando era joven, una vez se levantó de su asiento apesadumbrado al comienzo de un culto:
…resignado a una mañana miserable, pensaba para mí mismo lo horrible que era que el himno que estábamos cantando tuviera tantas estrofas. La mayoría de las líneas no tenían sentido ninguno para mí. ¡Y aún peor, había tres himnos más como este antes de que la reunión terminara! Todo era en verdad aburrido.
Intenté inyectar sentimiento a la «adoración» lo mejor que pude, pero era como tratar de conseguir la última gota de jugo de una naranja reseca, tan solo para terminar decepcionado al no obtener nada.
Y lo peor de todo, me pasé todo el tiempo pensando lo que el pastor había dicho al comenzar el culto. Nos dijo que pasaríamos la eternidad dedicados a la adoración. No podía pensar en ninguna posibilidad más espantosa. ¡Sin duda eso sería resistencia eterna y no vida eterna!
El escritor fue muy franco. No se estaba quejando de que el culto fuera poco sólido o que estuviera mal dirigido. Estaba menospre- ciando cualquier culto de adoración tradicional. Procedió a decir que descubrió placer en las nuevas canciones y música, porque éstas inspiraban sus pasiones y le daban libertad para expresar sus senti- mientos sin inhibiciones. Pero, ¿por qué no pudo identificarse con los grandes himnos de fe en la iglesia de su juventud? ¿Por qué el dirigir los pensamientos y las palabras sinceras a Dios no lo conmovió, sino que lo aburrió hasta la distracción? La respuesta es que para él las emociones tenían que generarse mediante ayudas externas y acciones desinhibidas; los sentimientos tenían que fabricarse a través de ritmos, repeticiones y acciones físicas. Y esto es justamente lo que queremos decir con adoración «extática». Por desgracia nadie le dijo a este joven dónde se estaba metiendo y que eso era artificialidad y complacencia a la carne. Nadie lo ayudó —asumiendo que poseía vida espiritual real— a amar al Señor con el corazón y la mente.
Podemos entender cuán necesarias son las técnicas de adoración extática en el movimiento carismático. Allí, a causa de la superficia- lidad de la predicación, grandes números de personas no son en verdad convertidas y por ende necesitan estimular sus emociones de forma artificial, ya que sin esto, no existe nada que ellos puedan disfrutar. De manera similar, en algunas de las así llamadas «mega iglesias» de EE. UU., donde el verdadero desafío del evangelio se ve muy diluido para no ofender a los que están presentes, gran número de personas no convertidas dependen de los impactos emocionales externos de las producciones musicales. Si se lleva a las personas a profesiones de fe fáciles y no son verdaderamente cambiadas por el poder del Espíritu, no serán capaces de tener apreciación espiritual, la cual es la base de la verdadera adoración.
Los principales exponentes de la nueva adoración con frecuencia hablan en contra de los himnos diciendo que son muy cerebrales y complejos. Dicen que el «significado» oscurece el «sentimiento»; en particular, quieren estribillos porque estos, con su mínimo contenido de verdad, no estorban la música y su efecto sobre las emociones. Se les ha acusado de «bajar el nivel» intelectual de la adoración; esta acusación es cierta.
Es necesario hablar de la explotación extrema de la adoración extática, que en realidad es lo mismo que la adoración mística. Esto pasa cuando el impacto emocional de la música y las canciones está diseñado para dar la impresión de un «toque directo» de Dios o un sentido extraordinario de unión con Él. En religiones místicas no cristianas, esta sensación se produce mediante técnicas tales como la contemplación y la repetición de pensamientos. En la adoración carismática esta sensación se ve estimulada mediante una potente manipulación musical; las personas se mecen con los ojos cerrados, cabezas hacia arriba y brazos estirados, rindiéndose por completo al impacto de palabras repetidas y a la música. El sentimentalismo de sus coros e himnos a menudo alegan tener un toque directo del Señor o un fuerte sentimiento de sus brazos en derredor. En vez de aproximarse a Dios por la fe, reflexionando en su verdad perfectamente segura y en su maravillosa obra, estos adoradores manufacturan una impresión «directa» de la presencia de Dios.
La adoración mística representa el punto extremo de la adoración extática, aunque ahora tiene un gran número de seguidores alrededor del mundo. En ella, el entendimiento es infructífero, pero eso importa poco; el espíritu y la verdad son hechos anticuados; los sentimientos producidos de manera artificial reinan. ¿Está entrando este extremo místico en los círculos no carismáticos? La alarmante respuesta es que sí, como muestra un enunciado de un profesor de un seminario estadounidense no carismático. Aquí está su ampliamente aceptada definición de adoración:
La adoración es un encuentro en que se revelan la gloria, la palabra y la gracia de Dios; y nosotros respondemos con canciones y oraciones de celebración. Los adoradores buscan un encuentro con la gloria de Dios, el poder trascendental y el misterio numinoso de lo divino.
Nótese la palabra «encuentro». ¿Habla de un encuentro de fe? No, no es nada más que un encuentro místico con la gloria de Dios. ¿Estamos leyendo demasiado entre líneas? Por desgracia no, porque también se describe como un encuentro con el poder trascendental de Dios. Sin lugar a duda el lenguaje es demasiado fuerte para describir ninguna otra cosa que una sensación mística tangible. El uso de las palabras «misterio numinoso» es concluyente, ya que la palabra numi- noso se refiere a la majestuosa presencia de divinidad. Este teólogo cree en verdad que la adoración es un encuentro tangible con la gloriosa presencia de Dios en un sentido totalmente místico. Después procede a mostrar cómo esto es producto de los contenidos y adornos de un culto.
Debemos advertir que se están descartando las viejas definiciones con indiferencia y aun a veces con desprecio, y se están postulando nuevas ideas, las cuales son diametralmente contrarias a la Biblia y a las enseñanzas bíblicas y de la Reforma. La nueva adoración es de manera categórica extática —y también sobremanera mística— en vez de racional y basada en la fe. Pensando en aquellos que sienten que quizás los «tradicionalistas» puedan adoptar algún elemento de las canciones de la nueva adoración, ¿podría acaso ser sabio tomar lo más mínimo de esta corriente extática?
Es un extracto de Adoración en Crisis del Dr. Masters, disponible en Tabernacle Bookshop.
“La adoración está realmente en crisis”, dice el autor. “Un nuevo estilo de alabanza se ha filtrado en la vida evangélica, sacudiendo hasta las mismas bases, conceptos y actitudes tradicionales”. ¿Cómo deberíamos reaccionar? ¿Se trata solo de una cuestión de gustos y época? ¿Se verán ayudadas las iglesias, o más bien serán cambiadas hasta el punto que sea imposible reconocerlas? Este libro presenta cuatro principios esenciales que Jesucristo estableció para la adoración, los cuales debemos usar para juzgar toda nueva idea.
También proporciona un panorama fascinante de cómo se adoraba en los tiempos bíblicos, incluyendo sus reglas en cuanto al uso de instrumentos, y se responde a la pregunta: ¿Qué es lo que enseña la Biblia sobre el contenido y el orden de un culto de adoración hoy en día?

Contenido:
1. Adoración en crisis
2. ¿Adoración Espiritual o Estética?
3. ¿Adoración Racional o Extática?
4. ¿Adoración Sagrada o Profana?
5. Dejemos que el Señor defina la adoración
6. ¿Latón, cuerdas y percusión?
7. Servicios de Adoración en la Biblia
8. ¿Qué pasó realmente en Corinto?
9. ¿Por qué levantar la mano?
10. Cuando nacieron los himnos
11. Normas para himnos dignos
12. Un regalo muy raro
13. Reverencia en la adoración